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Como cada año, dediqué varios días a la limpieza de la casa para prepararla para Pesaj. Nada que no puedan imaginar vosotros mismos… sacar todo de la cocina, limpiar estantes, casherizar cubertería, ollas y demás trastos… y así, con cada habitación de la casa hasta estar “casi seguro” de que todo el jametz había sido eliminado.

Planificar y preparar la comida… todo casi listo para una celebración milenaria y familiar. Lo único que aún no he podido terminar de preparar es a mí mismo.

Me siento raro este Pesaj. Diferente. Se que es una noche diferente a las demás. Se qué a diferencia de otras noches, hacemos cosas diferentes que nos permiten distinguir esclavitud de libertad.

Pero este Pesaj, no me siento libre. No he logrado aún sentir el poder que me lleve a vivir estos días, ya no con la sensación de libertad, sino con la certeza de sentirme libre.

Mi casa está rebosante de comida, la nevera está que va a explotar. Hay cajas de Matzot, manjares que están en proceso, pero… saber que aún no estamos todos en libertad, me provoca una profunda sensación de incomplitud. No hace falta que hagamos un censo de los judíos que estamos esta noche celebrando Pesaj. Sabemos que nos faltan 136 de nuestros hermanos que aún están en las manos esclavizantes de Hamas.

Cada uno de nosotros debería verse esta noche, ya no solo como uno de los que fue liberado de Egipto, sino también, como uno de los 133 hombres, mujeres, niños, niñas, que siguen bajo el terror de la cautividad.

Como antaño, deberíamos haber rezado más, luchado más, ayunado más.

Hoy, deberíamos beber menos, comer menos, festejar menos.

Recordar más, pedir más, rezar más, comprometernos más.

Explicar más aun si cabe a nuestros hijos, sobre los milagros que hizo D’s con nosotros en Egipto.

Concientizarnos de los milagros que nosotros podemos hacer cuando somos una comunidad unida.

Hoy deberíamos ser más el Pueblo de Israel.

Pesaj celebra nuestro nacimiento como pueblo. Un pueblo con un profundo sentido espiritual y social. Un Pueblo comprometido con la voz de cada uno de sus miembros. Donde el susurro de D’s es guía y protección.

Al igual que en el desierto en el que nos forjamos como pueblo, al igual que en el Midbar al que llegamos para la entrega de la Torah, hoy también estamos nosotros, en nuestro propio Midbar. Nos toca fortalecer nuestra identidad nacional, judía, de unidad, en nuestro Seder en donde, cada hijo cuenta, donde cada uno cuenta.

Esta Noche, cuando llegue el momento del Maguid, cuando realizamos el relato de lo sufrido, cuando contamos la historia y la conversamos, cuando padres e hijos, abuelos y abuelas, amigos, entrelazan la historia para hacer historia, pongamos nuestros corazones para buscar y luchar por lograr nuestra libertad y la de nuestros hermanos que nos permita elevarnos sobre las dificultades y nos impulse a expresar nuestra versión más elevada y comprometida con nuestro ser y sentir judío.

Este es el pan de la aflicción que comieron nuestros antepasados en Egipto.

Todo aquel que esté hambriento, que venga y coma.

Todo aquel que esté necesitado, que venga y participe de la cena de Pésaj.

Este año estamos aquí, el año próximo estaremos en Israel

Este año somo esclavos, el año próximo seremos seres libres.

הָא לַחְמָא עַנְיָא דִי אֲכָלוּ אַבְהָתָנָא בְּאַרְעָא דְמִצְרָיִם.

כָּל דִכְפִין – יֵיתֵי וְיֵיכֹל, כָּל דִצְרִיךְ – יֵיתֵי וְיִפְסַח.

הָשַׁתָּא הָכָא, לְשָׁנָה הַבָּאָה בְּאַרְעָא דְיִשְׂרָאֵל.

הָשַׁתָּא עַבְדֵי, לְשָׁנָה הַבָּאָה בְּנֵי חוֹרִין.

Rabino Mario Stofenmacher